10 abril 2012

En crudo y al natural

Enrique Bunbury es una empresa propia dentro del circo del Rock and Roll que termina siendo el encargado de dar a miles de personas una noche especial. En este caso, y tras una gira por territorio norteamericano y español, se sucedían los últimos shows del aragonés en España. Exactamente cuatro y en Madrid. El tour arrancó en Noviembre acompañándose de los mexicanos Zoé. San Francisco, Los Ángeles, Las Vegas, San Diego, El Paso, Dallas, Houston, Chicago, New York y Miami fueron visitadas.

"La gente que entra a trabajar con nosotros flipa por el ritmo de trabajo, pero cuando se tienen que ir lo hacen con una gran pena". [Marisa Corral]
Miércoles; el primer día de los cuatro conciertos en Madrid luce frío pero soleado. Son las dos de la tarde y Los Santos Inocentes llegan desde Atocha hasta un céntrico hotel de la capital. A cargo de la banda y de su seguridad está Andrés Casas, de estética rockabilly y de serio semblante que no duda en romper si las bromas así lo precisan. Castizo pero a la vez barcelonés, ofrece seguridad con espetar algunas palabras. Ha vivido mucho y ha mamado el Rock and Roll como nadie teniendo a Lemmy Kilmister como un verdadero dios. "Siempre que voy a Los Ángeles me bajo del avión y voy directo al Rainbow y buscar la puta tragaperras donde Lemmy juega, pero nunca está. Procuro mirar la gira de Motörhead y la de Enrique para ver si coincide", sentencia entre risas. Una comida colmada de revueltos varios, mollejas, anchoas y abundante cerveza sirven para aplacar el gélido ambiente de la calle. Álvaro Suite, el guitarrista nacido en Sevilla, se interesa por una ración de pijotas fritas. Este plato de pescado frito levanta el apetito del joven que pregunta al camarero. "Oiga. ¿Cómo las hacen?". Mientras el regente del local explica detalladamente el procedimiento de la receta, Álvaro hace un gesto 'muy andaluz' con las manos y espeta con acento sevillano: "Perfecto. Una de pijotas fritas y una de revuelto con setas y ajetes".

Nada como calmar el agotamiento del viaje con el buen yantar. "Alguien tiene que hacer una especie de Guía Michelín sobre lugar donde comer cuando vas de gira", advierte el teclista Jorge Rebenaque, para resignarse luego. "Pero al final nadie se decide". De igual manera que la E- Street Band complementa a Bruce Springsteen o The Heartbreakers seducen el cancionero de Tom Petty, Los Santos Inocentes se erigen siempre amistosos y emprendedores ya sea en Madrid, en el pueblo ecuatoriano de Sígsig, Chicago o el D.F. Son una compacta formación rodante de músicos donde cada uno procede de distintas "divisiones"

Dan ya las cinco menos cuarto. Puntuales, uno a van entrando a la furgoneta que conducirá a los músicos hasta la madrileña sala de La Riviera. Ramón Gacías (batería) lleva con Bunbury desde que este emprendió su vida musical en solitario allá por el 98 con "Radical Sonora", desde entonces se ha ocupado de supervisar la producción y de hacer funcionar "el motor de la máquina". Aparentemente podría parecer serio teniendo un cierto halo de misterio, pero eso es aparentemente. Jordi Mena, Jorge Rebenaque y Quino Béjar se acomodan dentro del habitáculo. Los tres han militado respectivamente en bandas como Escalones, Los Rebeldes o Gato Pérez pero su nexo común ha sido Jarabe de Palo. Quino, siendo la última incorporación a la banda, explica. "Para la grabación de 'Licenciado Cantinas' buscaban un percusionista y ahí estaba yo. Ya conocía a Jordi [Mena] y a Rebe, así que la cosa estaba flotando en el aire". El nuevo fichaje está ya más que integrado a pesar de llevar poco tiempo. En la furgoneta bromea con los ex Jarabe de Palo sobre viejas juergas y hoteles capitalinos. "No me ha costado nada adaptarme porque me lo han puesto muy fácil. La banda ya estaba hecha cuando entré. Suenan de puta madre. Si no encajas con estos tíos la culpa es tuya". Por último, Álvaro Suite y Robert Castellanos pertenecen a la facción más joven del conjunto. Robert formó parte de Carrots, afamado grupo indie del panorama catalán fundado en 1997 aunque después dio a parar a Suite, donde Álvaro también militaba cuando Enrique contrató sus servicios. "Soy muy fan de 'El viaje a ninguna parte'. Empecé a escuchar más a Enrique cuando pusieron 'El rescate' y 'Los restos del naufragio' en Radio3. Esas dos canciones me entraron de puta madre. En ese mismo programa [Sunset Bulevard, de Chema Rey] ponían nuestro disco de Carrots, que salía a la vez". Hasta que llegó el día en el que conocería al autor de aquellas canciones que sonaban en la radio. "A Enrique lo conocimos a través de Paco Loco. Él era productor de mis discos anteriores con Carrots. Cuando me junté con Álvaro y montamos Suite también fuimos a grabar a El Puerto de Santa María. Después tocamos en una sala de allí. El público del concierto era: Paco Loco, su mujer Muni, Enrique, Jose Girl y los camareros". Relata entre risas. Cabe señalar que Álvaro fichó como músico de Bunbury para los directos de "El tiempo de las cerezas". Robert entraría más tarde. "Después llamó a Álvaro para llevárselo como guitarrista para los conciertos de 'El tiempo de las cerezas'. Luego vino la gira de reunión de Héroes y más tarde nos enteramos de que estaba montando una banda nueva. Ya tenía toda la banda completa, pero le faltaba un bajista. Entonces le dije: 'yo tengo más cojones que nadie'. Y me llamó". Son de recibo las bromas. Álvaro es (junto con Jorge Rebenaque) el que pone un punto cómico al trayecto que hay hasta el recinto.

"Cantar mano a mano con Enrique fue un verdadero lujo para el alma". [Rulo]
Mientras tanto, Mena explica lo bueno de tener invitados en el escenario. "El otro día en Vigo subió Iván Ferreiro. En Santander tuvimos a Rulo. Para nosotros es mejor porque nos divertimos mucho". Rulo formó parte de La Fuga. Después de más de diez años al frente de la banda de Reinosa decidió salir para continuar la aventura musical bajo el nombre de Rulo & La Contrabanda. Para la ocasión que Jordi Mena comenta, Bunbury y Rulo cantaron 'Porque las cosas cambian', perteneciente a "Hellville De Luxe". "Cantar mano a mano con Enrique fue un verdadero lujo para el alma. Encima esa canción. Tras mi divorcio con mi anterior banda, me vino al pelo por su letra, su declaración de intenciones. Pude comprobar que es cierta la 'hospitalidad Bunbury' de la que me habían hablado. Me parece el mejor frontman ibérico. El mejor para defender una canción sobre un escenario. Me parece un inconformista nato, un tío que se reinventa en cada disco. Hay gente que le critica por ello, pero yo le alabo. En directo esta cantando como nunca. Los años le están sentando genial a su voz". Expone el mismo Rulo con sinceridad.

En la furgoneta de color azul metalizado, periodista y guitarrista estiran la conversación hasta dar con el Country y la música americana, exactamente recordando a Brett Detar. "Pues no lo he escuchado, pero pásame algo por Facebook o por mail", sugiere Jordi. Cuando el automóvil enfila el camino hacia la entrada de artistas los seguidores echan a correr para cazar algún autógrafo. Alguien del staff grita en tono jocoso "¡¡Enrique, no salgas de la furgoneta!!". El pasillo hacia los camerinos está inundado por el humo del incienso que nace desde la habitación del protagonista principal de la velada. Todavía no ha llegado y los fans esperan impacientes.

Bunbury se ha rodeado de un staff serio y consecuente. Nacho Royo es quién controla absolutamente todo como si de una extensión del cantante se tratara. Programador de la extinta sala En Bruto, Enrique contó con él para emprender su sendero en solitario una vez que las cenizas de Héroes del Silencio se dispersaron en el aire. En los buenos y en los malos momentos, en la salud y en la enfermedad (y a buen seguro hasta que la muerte los separe) Royo y Bunbury montaron Rock & Chicken cuando las cosas se pusieron feas y SoloMusic Management desapareció. De cuerpo espigado y áspera voz, Royo explica el comienzo con el músico y su relación. "Llevo doce años con Enrique. Exactamente desde 'Pequeño', tocando para muy poca gente. Durante aquella etapa tocábamos ante trescientas personas. Mira ahora… Realmente todo empezó en aquel concierto con Andrés Calamaro el 10 de Octubre de 1999, desde entonces hemos hecho todo el trabajo juntos. Tenemos claro cuándo hay que separar lo artístico de lo demás, pues la parte artística es cosa de Enrique. Yo no hablo de música y él no habla de dinero. Eso, el dinero, es una herramienta más, como lo es una guitarra o un ampli. A decir verdad a veces nos hemos visto incomprendidos por parte de la Industria, y la verdad, se pudo haber llegado más lejos". Ahora su labor es más estratégica, no desde el punto de vista comercial, sino de programación y dosificación. Es evidente que las exigencias no son las mismas con un artista de treinta años que con un artista que ya supera la cuarentena. Y tampoco es lo mismo mover un equipo de tres miembros que un staff que supera la veintena. Sin olvidar la incursión por terreno norteamericano. "Mi trabajo es estrategia", afirma el mánager personal. "En Estados Unidos estamos picando fuerte porque es un país que nunca te acabas y el objetivo es llegar a mucha gente".

"Ahora consideramos muy grandes a The Beatles, pero ya hay críos de trece o catorce años que no tienen ni idea de quiénes son". [Enrique Bunbury]
La otra extensión y parte también del engranaje principal de la maquinaria de Rock & Chicken se llama Marisa Corral. Mujer de carácter y de atención constante es extraño no divisarla entre los pasillos del recinto, camerinos o backstage con un credencial colgando sobre el pecho. "Mira, te voy a decir una cosa; la gente que entra a trabajar con nosotros flipa por el ritmo de trabajo, pero cuando se tienen que ir lo hacen con una gran pena". Mover la maquinaria que gira en torno a Bunbury es harto complicado y, en ocasiones, la parte menos bonita, pero absolutamente imprescindible para que todo vaya sobre ruedas. Aunque los shows de Madrid son el punto de atención para todos, Marisa se encuentra ya inmersa en la preparación de la gira por Suramérica y Centroamérica, que comenzará a principios de Marzo. Es necesario preparar todos y cada uno de los visados del personal. Y para ello -si es preciso- habrá que ir a hacer cola a las siete de la mañana en la embajada colombiana de Madrid sin saber con seguridad la tramitación de los documentos.

Casas asoma por el camerino de Los Santos Inocentes y con una palmada avisa: "ya podéis probar sonido". Listo. Todos caminan hacia el oscuro backstage para apartar las cortinas y vislumbrar el vacío momentáneo que tienen ante sus ojos. Escasas horas más tarde aquello será un océano de manos, cabezas y ojos. La hilera humana se perdía a lo largo de la ribera del Manzanares. Soportando estoicamente temperaturas muy bajas los fans hacen cola desde primera hora de la mañana. Es bien sabida la pasión de los seguidores, pero con tres grados bajo cero y un viento que hacia que la sensación térmica fuera casi siberiana uno llega a ser consciente de la fidelidad de la hinchada. Más de diez horas hasta la apertura de puertas. Nada hacia presagiar que el público se desharía tan pronto del frío que había entumecido sus cuerpos. Siendo un día de diario habría un alto porcentaje de madrileños entre los asistentes, de todas formas nunca falta el fan apasionado que ha hecho toda la gira y que con entusiasmo relata todas las anécdotas habidas y por haber, algunas, seguramente, inventadas.

Podría ser que a la tercera canción del repertorio el "partido" pareciera estar ganado, pero esa misma gente que corea enérgicamente el nombre de Enrique y aplaude cada momento puede volverse una masa enfurecida si el espectáculo sufre un pequeño traspiés. Así sucedió cuando, después del tiempo de asueto propiciado por las fechas navideñas, comenzaba de manera el periplo por territorio nacional. Una faringitis aguda obligó a aplazar los dos primeros conciertos en Valencia y Almería. ¿Problema? Pues hombre, sí. La gente, compungida por tan nefasta noticia, lamentaba el "estropicio" y algunos hasta clamaban al cielo. Pero en honor a la verdad cabría preguntarse: ¿prefieren ver un concierto a medio gas con la garganta del aragonés en malas condiciones o mejor esperar y verlo al máximo pasados unos días? El ídolo ha entregado noches auténticamente memorables y lleva toda su vida en este difícil (pero gratificante) oficio, por lo que la profesionalidad es estrictamente íntegra. ¿A caso ustedes no deben quedarse en cama si su cuerpo enfermo les impide acudir a su centro de trabajo? Una cancelación no es tan simple como la pintan. Hay seguros que cubren accidentes, enfermedades y demás vicisitudes. Luego están los peritos que analizan la situación. Además de parar de golpe y porrazo el complicado engranaje de una máquina rodante, como es el caso. The show must go on!

"Hay conciertos en los que he llegado a ver llorar a chicos y chicas de pura emoción". [Iván García]
El indiscutible liderazgo de Enrique Bunbury como icono del rock en español y su exitosa carrera artística no son un logro unipersonal. Tras el despliegue escénico hay un equipo que arropa y alza al artista al lugar que actualmente ocupa. Y ha de estar a la altura de sus exigencias. Los pasillos de La Riviera se convierten en un continuo deambular del personal de producción, management, backliners, ingeniero de sonido, personal de seguridad…, etc. Iván García es parte de la seguridad personal. Mentón perfilado y sombra de barba, es sereno y muy servicial. Ha visto muchas caras y ha pisado recintos y fosos suficientes como para poder hablar de algunas situaciones en las primeras filas. "El público de Madrid es complicado porque no tiene término medio: o es muy frío o muy caliente. Si no conectas a la primera ya puedes olvidarte. Hay conciertos en los que he llegado a ver llorar a chicos y chicas de pura emoción". Es el primer concierto en Madrid. Todavía quedan tres más.

A lo largo de toda la gira española se han subido algunos invitados a compartir tablas. La verdad es que no es muy frecuente ver dúos en los conciertos de Bunbury (salvo en Freak Show), pero de vez en cuando aparecen compañeros de profesión para entonar a la par una misma cantinela. Alfa es la primera sorpresa. Está nervioso y teme a la marea humana. Él tuvo momentos grandiosos cuando formaba parte de Buenas Noches Rose o Le Punk, pero esto no es el underground. "Para ser franco, más que nervioso estaba excitadísimo. Enrique es un músico muy especial para mí, su invitación para que cantase esa noche con él, me emocionó. Simplemente me puso un correo. Me escribió: ¿te apetecería cantarte una cancionaca conmigo? Y me mandó el set list para que eligiera. 'Ánimas, que no amanezca' me pareció la canción más compadrona del repertorio, perfecta para pasar ese ratito rápida e intensamente. Al bajar del escenario, tuve una sensación parecida a la que tienes cuando bajas de la montaña rusa". Bunbury es realmente un personaje respetado, ya no sólo por el público y crítica, sino también por compañeros de profesión, como Aurora Beltrán, quién después de años con Tahúres Zurdos decidió emprender su camino editando "Clases de baile". En ese artefacto Enrique y ella comparten 'Silencio' y 'Clases de baile'. "Para mí fue un placer conocerle desde todo este tiempo en el que hemos coincidido. Le tengo mucho respeto, al igual que todo el mundo. Es un respeto que se ha ganado a pulso. Espero que le vaya estupendamente el resto de toda su carrera". Como no podía ser de otra manera desde Latinoamérica el fervor "bunburyano" es extremadamente exagerado. Evidentemente, también hay compañeros que lo admiran desde allá. Andrés Calamaro dispara con bala corta pero rápida. "Enrique es un artista muy grande y un gran compañero que se mete el escenario en el bolsillo". Y así fue. Puntual y a las nueve de la noche, Enrique aparece en el escenario tras el preludio instrumental y la sala prende en un solo segundo, con su sola presencia. La suma de almas se convierte en masa, en parte del espectáculo. Truenan sus voces coreando su nombre. Lejos del conformismo Bunbury y Los Santos Inocentes despliegan todos sus encantos para dar a sus hinchas lo que esperan de ellos. Y lo hacen con un conjunto de canciones que vertebran el set list. Se hace difícil pensar en prescindir de algunos de ellos: 'El extranjero' convertido en un himno generacional, 'Sácame de aquí' que expía el dolor eterno, 'Sí' que hace mover hasta el ultimo músculo de los presentes. 'De todo el mundo' quizá el mejor tema de su carrera en solitario, une en una suerte de comunión al escéptico y al entregado. 'El hombre delgado que no flaqueará jamás' que pone en pie de guerra a los que vienen dispuestos a armar un buen escándalo con el discurso bajo los focos. "Y un cantante puede decir lo que se le pase por los huevos, igual que un electricista o ustedes cuando se emborrachan por las noches". Sin olvidar 'Infinito', canción que ganó el corazón de México y que se ha convertido en pieza esencial de su carrera. Con esos ases en la manga el éxito esta asegurado. Junto a ellos la elección del resto de temas se antoja un acierto rotundo. Canciones reinterpretadas en brillantes revisiones que otorgan a la noche allí vivida el calificativo de sobresaliente. Toca plegar velas. Mañana el mismo puerto, pero un día nuevo. El arte es el punto contrapuesto a la matemática. Dos mas dos no siempre son cuatro.

"Enrique es un artista muy grande y un gran compañero que se mete el escenario en el bolsillo". [Andrés Calamaro]
El jueves después de la primera gala señala descanso. Ese día no hay concierto, aunque el correo electrónico amanece con un mensaje: "He quedado mañana con Charly a las doce y media para hablar. Después iremos todos al restaurante". Enrique propone una cita para el viernes y así conversar en una coqueta cafetería cercana a la Puerta del Sol. El reloj marca la hora exacta cuando periodista y artista se encuentran. Saludos varios dan paso a una conversación que se alargó hasta la hora de la comida. El hielo se rompe con la poca educación musical reinante en España y la incomprensión. "Considero que un pie de la pata de la mesa para que la música llegue a todo el mundo falla claramente. Esa pata es la radio. Quiero decir que la música no suena. Dirás que nos queda Radio 3. Pero lo siento, es insuficiente. Sonar una vez a una hora en Radio 3 es insuficiente para que la gente se haya enterado del nuevo disco de Mikel Erentxun, Vetusta Morla o de quien sea. Al final las canciones las van a conocer nada más que sus seguidores. Las canciones de Vetusta Morla deberían estar en la memoria colectiva como 'Al calor del amor en un bar' o 'Cádillac solitario'. ¿Tienen la madera para serlo? En mi opinión, sí. ¿Lo han conseguido? No ¿Por qué no? Porque no suenan en la radio". Con este problema sobre la mesa una pregunta clave aparece en la conversación: "¿la gente se ha acostumbrado a lo que pone la radio o es la radio la que pone lo que le demanda la gente?". Enrique, mientras escucha la pregunta, vierte un sobre de azúcar que se disuelve en la taza de té para luego responder después de unos segundos pensativo. "No sé responderte a esa pregunta". Pero matiza a continuación. "No sé hasta que punto te pueden responder si los directivos de la radio. Y no sé si la labor de un programador de radio debe ser pedagógica. Creo que debe de ser culturalmente sana, pero ahora creo que estamos en un momento culturalmente insano". Bebe de la taza y prosigue, llevando la conversación hacia los terrenos de la sabiduría musical y los eruditos o sibaritas elitistas. "Cuando hablo de culturalmente sano me gustaría hacer una distinción entre ese término y erudito. No creo que la labor de los medios de comunicación deba ser convertirnos a todos en el niño empollón de la clase que se conoce todos los datos de todos los discos de la época de Syd Barrett en Pink Floyd". Y acaba sentenciando. "Lo primero de todo es que desde Joe Crepúsculo hasta Amaral, pasando por Mark Lanegan, Leonard Cohen o Mariah Carey e incluso yo, todos hacemos música popular. Todos".

"Hubo un momento en el que no había Rock and Roll". [Enrique Bunbury]
Bunbury abre sus ojos de color verde, sus pupilas se contraen y pierde la mirada antes de responder con franqueza, como buscando las palabras exactas para dejar muy claro que no se trata de sentar cátedra. "Claro. No estamos haciendo música de cámara ni estamos haciendo una música comparable con eso que se llamaba 'música culta'. Ni hacemos nada de Wagner ni ópera para Milán. No es que debamos ser más modestos, es que tenemos que reconocer nuestro oficio. Nuestras canciones son estrofas, estribillos… canciones que canta y escucha la gente y narran los hechos cotidianos que nos acontece a nosotros y a la sociedad. Unos lo hacemos de forma electrificada, otros de manera acústica, los hay que lo hacen con más electrónica… Ni más ni menos. Todos estamos en el mismo saco y a mí no me importa". La conversación viaja por las autopistas de la imaginación. No hay guión ni relojes. La única distracción es el fuerte viento que arrastra un cartel publicitario en la calle. El Rock and Roll entra en el pulso verbal y las cuestiones brotan. Grupos que tienen unas pretensiones y prioridades. Fama antes que talento. ¿Qué había antes del Rock and Roll? "Date cuenta que tenemos el Rock and Roll muy cerquita. Hace poco leía la autobiografía de Lemmy [Kilmister] y una de las frases gloriosas de ese libro era: 'yo recuerdo como era todo cuando no había Rock and Roll'. Hubo un momento en el que no había Rock and Roll. Nosotros estamos viviendo un momento en el que lo hay, al igual que podemos hablar del momento en el que había discos y el momento en el que no. Hubo un momento en el que la música popular no se transmitía a través de los discos, se transmitía por partituras. Por lo tanto estamos viviendo unos momentos en los que no sabemos hasta que punto esto es -dentro de la historia del hombre- un espacio muy pequeño". Y es totalmente cierto. A lo largo de toda la historia de la Humanidad cabría preguntarse si el Rock and Roll (como movimiento social y aporte) puede estar a la altura de épocas tan importantes como el Renacimiento o ciertas revoluciones. "Ahora consideramos muy grandes a The Beatles, pero ya hay críos de trece o catorce años que no tienen ni idea de quiénes son y les suenan a viejuno. Como me sonaba a mí Bing Crosby". Afirma entre risas. Pero sin dejar de rendir pleitesía a Elvis Presley. "Para mí Elvis es… lo más grande". La historia no siempre ha otorgado a Elvis Presley el título de "creador del Rock and Roll", pues Chuck Berry se situaba para muchos como el verdadero padrino de este estilo a pesar de ser negro, algo que otros no concebían en una sociedad todavía muy recelosa entre las razas. "Sí, pero puedes irte más atrás con Fats Domino. Incluso en el Rhythm & Blues de Nueva Orleáns se pueden ver patrones rítmicos muy cercanos al Rock and Roll. Entonces, no sé hasta que punto cualquiera que hubiera acelerado un poco el Blues habría hecho Rock and Roll. En aquella primera época primigenia, todas las etiquetas que iban saliendo (como el Twist o el Rock and Roll) eran formas de definir bailes diferentes. El Rock and Roll era un baile. Estaba el 'Rock', que era 'meterse'. Y el 'Roll' que es girar. Básicamente eran bailes con unos pasos concretos".

"El proceso de la memoria es un proceso creativo en sí mismo". [Enrique Bunbury]
Divagaciones varias son las que manejan el volante de este vehículo en forma de conversación con té rojo como combustible. "¡No sé por dónde íbamos!", exclama. Un momento atrás en la memoria y continúa. "Pero sí. A Elvis se le ha atribuido el papel de 'padre del Rock and Roll'. Pero es tan padre del Rock and Roll como Michael Jackson es el Rey del Pop". ¡Michael Jackson! Ese es el mejor momento para hablar sobre él. Enrique no se ha declarado fan de Jackson, pero sí que alguna vez ha hablado sobre su música y su persona. De hecho, el 26 de Junio del 2009 y durante la gira de presentación de "Hellville De Luxe" en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, Bunbury homenajeó al malogrado Rey del Pop dedicándole la canción 'El tiempo de las cerezas'. "Reconozco su talento natural innato aunque no soy un fanático de sus álbumes. Es un tipo al que no le dejaron hacer sus hermosas locuras porque en algún momento esas hermosas locuras pasaron a ser dudosas locuras. No sé hasta que parte jugaba él con nosotros". Admite. "Cuando yo estuve haciendo 'Licenciado Cantinas' mezclamos en los Westlake Studios de Los Ángeles. Esos estudios los rediseñaron Michael Jackson y Quincy Jones para la grabación y mezclas de 'Thriller'. Estando allí me hicieron una especie de visita guiada por todos los espacios privados y específicos que creó Michael para sus comodidades personales. Recuerdo que su mascota, el mono Bubbles, tenía una pequeña habitación donde podía ver a Jackson a través de un cristal. Podía verlo mientras cantaba". De esa manera explica Bunbury su única conexión con Michael Jackson. Y no hay más. Después de hablar del creador de "Thriller" aparece otra leyenda: John Lennon. "John Lennon tenía una frase que decía que antes de Elvis no había nada. Bueno, sí. Sí que había cosas que a mí me gustaban mucho. Estaban Louis Armstrong y todo el origen del Jazz, del Blues… y además estaba Frank Sinatra. Todo eso me gusta tanto como cualquier Rock and Roll de los 50". Es evidente que los conocimientos de "el hombre delgado" sobre música son muy amplios, así como sus gustos. En base a eso cabe hablar de su próximo disco. Archivos que permanecían en su ordenador y desaparecieron, volviendo a hilar para reconstruir lo tejido. Pero no es problema para Bunbury. Eso le da más emoción si cabe a su creatividad. "El proceso de la memoria es un proceso creativo en sí mismo. Vamos a poner un ejemplo muy claro. Cuando tú recuerdas aquella borrachera antológica con tus colegas en Menoría. De alguna forma, al contársela a un tipo que no estuvo ahí, estás recreándola, estás siendo creativo y estás mintiendo un poco, porque la creación no deja de ser una pequeña mentira. Estás engrandeciéndola, decorándola y adornándola. Ese es el proceso creativo del que hablo cuando digo que menos mal que me las han robado porque ahora tengo que hacer un doble proceso creativo; cuando las hice y ahora al recordarlas". Sentencia para añadir a continuación. "El Blues, Nueva Orleáns, el Delta del Mississippi… van a ir cobrando importancia -muy probablemente- en mi próximo disco".

"'Pequeño' es un disco sobrevalorado que no me representa para nada". [Enrique Bunbury]
Bunbury está viviendo una nueva etapa más introspectiva y eso se nota tanto en su música como en su actitud. "Particularmente, la edad me está ayudando a separar el grano de la paja. ¿A eso le podemos llamar introspectivo? Desde luego. Es una labor reflexiva para darse cuenta de hasta que punto esto no tiene ninguna importancia". Entre los dos oradores se ha conformado una confianza directa que ha ido creciendo durante la tertulia. El té se ha terminado, pero no hay prisa. "Creo que también hay una labor de eliminación de lo mimético. Cuando empiezas, quieras que no, en tus primeros discos intentas sonar y parecer a quien idolatras. Todos los grupos, a cualquiera que le preguntes y a quien sea, te dirá como le contaban al productor en el estudio la manera en la que querían sonar mostrándole un disco. Es algo que todos hemos hecho". Conforme va avanzando el relato, el músico se sincera todavía más. "No hago muchas entrevistas, pero cuando visito algún país en el que no he hecho mucho y me preguntan cuáles son mis influencias me lo tomo como un insulto". Una pregunta bastante recurrida, por cierto. "Esa clase de preguntas las hace alguien que está empezando. Cuando llevas tanto tiempo ya no sabes que responder ante esa pregunta. Bueno, se puede hablar de cosas que me influyeron cuando empezaba, pero no sabría hasta dónde me influyen ahora mismo". ¿Alguna duda? Pues por si no ha quedado claro, la explicación prosigue. "Según voy avanzando mis discos son más personales. Hay muchos fans que no entienden que diga que 'Licenciado Cantinas' es para mí de mis discos más personales porque no lo he compuesto yo. Pero me da igual que no lo entiendan. Ya lo entenderán. Considero que este disco es muy personal, al igual que 'Las consecuencias'. Los dos forman parte de algo que se está acercando a los discos más representativos". Curiosamente los seguidores y crítica alaban "Pequeño". Aquél trabajo de 1999 consolidó su incipiente carrera solista y también volvió a reconciliarlo con su público. Dicho esto, la pregunta sobre aquel artefacto estaba ya siendo enunciada: ¿y entonces "Pequeño"? "Mira, "Pequeño" es un disco sobrevalorado que no me representa para nada. Ni como músico. Considero que "Pequeño" tiene sus aciertos y creo que tiene unos ingredientes muy importantes que ha hecho que sea quién soy. Sobre eso creo que se ha sobrevalorado el álbum. Pienso que hay mejores canciones en otros discos y que están mucho mejor producidos, tocados e interpretados… y de todo".

"Alguien está haciendo pasta de nuestra depresión". [Enrique Bunbury]
Por la hora que marca el teléfono móvil se vislumbra cierto márgen de tiempo. Aun así es de menester avisar al protagonista. "Todavía hay tiempo", dice. "Además, esperaremos a Jose porque tiene que venir aquí". Jose (conocida como Jose Girl) es la fotógrafa y pareja de Enrique. Ella ha entrado en la vida del músico estabilizando su torrente enérgico. La vida comienza a ser muy dura desde ciertas edades si uno está solo. Además le ha dado una hija, Asia. Las cosas se ven desde otra perspectiva y el mundo también, por ello salta el tema sociopolítico a la palestra. "Hay un poco de tristeza en el ambiente. Pero yo creo que es momento de buscar entusiasmo". Y añade; "lo que ocurre en España es que hay una concentración de pesimismo individual sobre lo general y nacional. Entonces, creo que deberíamos hacer un ejercicio inverso y pensar en nuestro país de forma positiva pensando en que vamos a salir adelante". El mensaje positivo de Bunbury desemboca, como se veía venir, en la política. "No hay que proyectar nuestra desilusión en los resultados de las elecciones generales. Primero tenemos que dejar de pensar en que los gobernantes son los que nos van a dar lo peor o lo mejor. Y segundo; sentir que la situación es negativa significa añadir un grano de energía negativa" Bien mirado, en las crisis es cuando uno debe dar lo mejor de sí mismo. Aunque hay "alguien", un Gran Hermano, que está sacando tajada de la situación. "Ten en cuenta que eso es un hecho. Alguien está haciendo pasta de nuestra depresión. Hay que darle la vuelta a una tortilla que nos está poniendo a los ciudadanos las cosas muy difíciles para poder salir adelante porque nosotros mismos nos estamos poniendo una tapadera encima". Ciertamente, la cosa no es que esté muy bien, pero hay que tener las miras dirigidas hacia una situación mejor pensando en salir de esta. Todos, arrimando el hombro. Jose ya está aquí. La cuenta, por favor.

La segunda toma de contacto se produce con mantel de por medio. Haciendo gala de un pensamiento congruente con la dualidad convicción-acción la reunión siguiente se produce en un restaurante vegetariano. Esa misma tarde celebra su segundo concierto en la capital. Lo primero que sorprende en las distancias cortas es su timidez que dista mucho del animal escénico que tantas veces se ha visto. Mas comedido, nada impostado, lejos de la teatralidad con la que dota a su personaje, que ahora adopta su enésima piel bajo el nombre de "Licenciado Cantinas". Buen conversador, hombre inteligente, de profundas convicciones, al menos las presentes, y que goza de un sentido del humor que hace muy ameno el almuerzo. Entre platos está Pachi García Alis, un invitado ajeno a la escena rock, realmente a cualquier escena. Más bien en tierra de nadie. Pachi es la cara reconocible del grupo Alis que acaba de ser nominado al Goya a la mejor canción original por 'Debajo del limón', tema central de la cinta "De tu ventana a la mía" obra de la directora zaragozana Paula Ortiz. "Yo no sé qué pasa con Zaragoza, que todo lo que sale es profesional. Siempre que voy allí disfruto mucho". Alude Pachi, quién es el perfecto contrapunto a la exitosa carrera del aragonés. Veinte años de trabajo en casi todas las facetas del negocio musical le concede una amplia visión de la industria y el negocio. Enrique se muestra interesado ante la confesión del baezano al haberse desecho de la primera grabación de su último disco para después volver a empezar de cero. Quizá el hecho de que Bunbury haya perdido por robo su próximo trabajo hace que se despierte su curiosidad. "Me gusta eso de tirar discos a la basura". Ambos tienen una sana obsesión por el sonido, por la producción. La conversación fluye entre periodistas, fotógrafo, Alis, Bunbury y su pareja.

"Es la estrella del Rock and Roll de este país y tiene unas tablas y un arte que no tiene nadie". [Alis]
"Yo creo que los dos cuidamos lo mismo desde hace muchos años". Comenta Alis. "Me fijé realmente en la obra de Enrique porque es la estrella del Rock and Roll de este país y tiene unas tablas y un arte que no tiene nadie". La admiración de Pachi va in crescendo, tanto en tono como en palabras. "Seguí su trayectoria leyendo con quién, cómo, dónde y cuándo había trabajado porque escuchas producciones de Enrique que en España no hace nadie. Realmente hace algo que no es de aquí. Y de eso se trata, de marcar la diferencia". Y finaliza recalcando con entusiasmo. "Me llama muchísimo la atención el tratamiento de la voz, exactamente en este último disco. Es algo que nunca había hecho en trabajos anteriores. No es una voz y una banda. No, esto es la voz como un instrumento más, ya sea guitarra, el bajo o la batería".

Ambos compositores se entienden a la primera. Las lentejas estofadas de uno hacen frente a la crema del otro. No hay vino, únicamente agua. Con firme confianza Bunbury habla sobre los equipos de grabación y las comparaciones entre los medios técnicos de antes y de hoy día. "En España no se grababa así. Aquí estábamos con Concha Piquer y adaptando al castellano canciones de The Beatles. Hasta hace bien poco no había estudios como los que tienen Paco Loco o Jorge Explosion", explica para luego rematar. "Hay que hacer un trabajo serio en la producción. Jugar con los 'juguetes' y disfrutar". Alis aprovecha: "lo importante es la idea".

Nadie toma postre. Tal vez infusiones. "Ese Goya ya es tuyo", le dice Bunbury con complicidad a Pachi antes de empezar a levantarse de la mesa.

"Enrique, por favor. ¿Puedes firmarnos un autógrafo?". Dos comensales han reconocido al ínclito rockstar. "¿Dónde?", pregunta Bunbury. "Aquí mismo, en el mantel". Señalan ambos clientes del restaurante. Caballeroso, Enrique estampa su rúbrica rectilínea y saluda colocándose la bufanda y las gafas de sol. El siguiente encuentro ya se sucedería en La Riviera. La pareja se marcha en un taxi y el equipo de reporteros, acompañados de Alis, marchan en dirección a la zona de Colón para entrevistar a otro personaje clave. El trabajo es el trabajo.

No hay descanso. Cuando las agujas marcan las cinco de la tarde toca regresar a la sala. Comienza el souncheck y hoy es un día importante. Siendo viernes vendrá mucha gente de fuera. Hay sold-out y los seguidores ya esperan impacientes la segunda entrega de esta gira madrileña. Algunos reventas preguntan con mirada furtiva. "¿Queréis entradas?", preguntan a cada persona que se cruzan. Puestos de merchandising pirata también brotan como setas por los aledaños. Camisetas, sombreros, chapas,… la verdad es que absolutamente todo lo que sale sobre Enrique Bunbury (incluso de Héroes del Silencio) termina siendo objeto de coleccionista. En eBay se pueden encontrar entradas, discos firmados y hasta tickets. Hay quien vende primeras ediciones de vinilos y bootlegs por cientos de euros. ¡Y tiene compradores! Un verdadero negocio.

"Me gusta eso de tirar discos a la basura". [Enrique Bunbury]
Dentro de "la sala del Rock de Madrid", como dice Bunbury, la banda ya está preparada para ensayar. Para calentar tocan algunos acordes ajenos, como 'Green onions'. El hit grabado en 1962 por Booker T. & the M.G.'s también se ve hilado a unos débiles atisbos guitarreros de 'Lucy in the sky with diamonds' de The Beatles. Los más expertos que han seguido toda la gira reparan en que el escenario está demasiado desnudo con respecto otros conciertos de esta misma gira en otras ciudades. En un principio existían unas "columnas" que emulaban a la planta de guadua, originaria de Latinoamérica, muy utilizada para construir. Estos troncos formaban columnas a modo de chiringuito a lo largo del montaje. Pero en La Riviera no estaban. El equipo de logística es una rueda importante de la empresa. Mónica Merino está algo estresada yendo de un lado al otro por el laberíntico entramado de pasillos de la sala. Es una chica auténticamente de Rock and Roll. Cuero y tacones. Un caminar contundente, vaya. Su trabajo es crucial para que todo esté en orden antes, durante y después del concierto. Respira y resopla. Para. Se apoya en la pared. Busca a "alguien". Vuelve. El eco de sus andares se pierde tras la puerta de producción.

Por allí también está otro experimentado trabajador de esta "gran familia": Jorge Mostaza. Lleva un walkie-talkie en el hombro estando atento de lo que ocurre dentro y fuera. Si alguien pudiera escuchar el "run run" que hay en backstage, se podría percibir una ligera marabunta. Todo a de estar perfectamente orquestado. Como es lógico, el sonido es clave y más en un recinto como el de La Riviera, donde el riesgo de sonar mal es bastante alto. Javier Estrada "El Chinas" es un tipo reservado, tranquilo y modesto. Probablemente uno de los mejores técnicos de sonido de este país. "Todo nos lo planteamos como si fuera el último día". Afirma. "La Riviera es un sitio complicado, pues el sonido rebota demasiado. Hemos hecho algunos cambios técnicos para que eso no suceda". Por otro lado, las luces juegan también un papel muy importante a la hora de crear un ambiente idóneo en cada canción. Está todo estudiado al milímetro. Bunbury siempre ha cuidado todos estos aspectos técnicos, de ahí que lleve siempre consigo el mejor equipo técnico. Se podría decir que tanto músicos como staff son un all-star dentro de sus respectivos campos. Al acabar la prueba, el "aragonés errante" baja del escenario y le pide a Miguel González que le muestre un juego de luces para algunas canciones. Enrique observa y da su visto bueno. Le parece fantástico. "Cada canción tiene su rollo especial. Por ejemplo, para los temas nuevos hay que transmitir calidez. Digamos que soy como un músico más". Detalla Miguel mientras muestra la consola y pantallas de su complicado equipo, el cual se sitúa justo al lado del de "El Chinas", que no duda en contar dónde se encuentra el mayor mercado de instrumentos de segunda mano. Legal, por supuesto. "Está en Las Vegas. Muchos grupos tocan allí unos meses y después les puede el vicio. Venden sus instrumentos para tener pasta y poder jugar".

El tiempo pasa rápido y a falta de media hora para el inicio del espectáculo el movimiento de la "marabunta" vuelve a ser agitado entre bambalinas. "¡Media hora para el inicio!", avisa Mostaza por el walkie. Andrés Casas despeja el camino que va desde los camerinos hasta el escenario. Pero los nervios son mínimos, aunque siempre presentes. Las luces se apagan… comienza el espectáculo.

"Quién no lo quiera ver no sabe de cultura musical". [Óscar Jaenada]
Enrique Bunbury y su banda regalan electricidad bruta en grandes cantidades. Es todo esplendor y emoción. El actor Óscar Jaenada se encuentra presenciando el concierto. No es la primera vez que se le ve en un evento así. Es más, protagonizó el videoclip de 'No fue bueno pero fue lo mejor', dirigido por Javier Alvero. Canción que formó parte del repertorio de "El tiempo de las cerezas", long-play mano a mano entre Nacho Vegas y Bunbury. Jaenada vive cada canción. "¡Esta es buenísima!", exclama. Levanta los brazos. Grita. Salta. Y estalla cuando 'La señorita hermafrodita' arrolla el aire. "¡Esto es Rock and Roll del bueno!". Llegados los últimos coletazos de la noche, 'Infinito' provoca en el barcelonés un punto importante de emoción, haciéndole autor de un bonito adjetivo hacia la figura presente en el escenario. "Maestro". La euforia le puede cuando se explica. "Cada vez que vengo a ver a Enrique suele entregárseme el cuerpo solo". Si obviar lo que significa la música de Bunbury para él. "Hace años que nos conocemos. Yo ya tenía algunos discos de Héroes del Silencio, pero en solitario es cuando más me atrapa". Con total seguridad, el intérprete que encarnó a Camarón, sabe lo que es la música de calidad y el respeto hacia el Rock and Roll. "Yo creo que es una identidad del Rock and Roll nacional. Es evidente que es un referente". Pero finaliza con contundencia. "Quién no lo quiera ver no sabe de cultura musical. Enrique está demostrando desde hace años que está siempre ahí. Se rodea de los mejores actuando en todas partes y la crítica musical le adora allá donde va. ¡Es una eminencia!"

Las felicitaciones se suceden detrás. Algo ha hecho que el público y los músicos conectaran a la primera. Todo el mundo está de acuerdo en que ha sido el mejor concierto -hasta el momento- de los cuatro de Madrid. ¡Y eso que todavía quedan dos! "Podía sentirlo cuando me plantaba con el acordeón delante de toda la gente en 'El extranjero'. Era increíble". Resume emocionado Jorge Rebenaque. La revisión funky de 'El anzuelo' es un ingrediente esencial para delimitar la mitad del set list, pero las nuevas canciones suenan muy fieles al estudio, como es el caso de 'Ánimas, que no amanezca' o 'El día de mi suerte'. "Cuando nosotros nos ponemos a tocar, no sé si para bien o para mal, siempre se acaba pareciendo a algo que Enrique tenía en la cabeza. Cosa de un milagro o afinidad", charla el bajista Robert. Respecto a las nuevas versiones, opina: "aunque a muchos fans les toque las pelotas, nosotros le damos la vuelta a las canciones". Además reconoce que "cuando trabajábamos en la versión de 'Hay muy poca gente' nos fuimos por las putas ramas".

"Es un placer ver a un showman que conoce sus recursos y los muestra sin remilgos". [Mercedes Ferrer]
Un punto muy a favor del repertorio en directo es que las canciones sufren muchas mutaciones. Tal es el caso de 'El anzuelo', la cual, dice Robert "no recuerdo ni cómo era originalmente porque cuando entramos en la banda ya la cambiamos". Se brinda con cerveza por la gloriosa noche. Entre todo la gente que copa los camerinos está otro referente del Rock patrio, Mercedes Ferrer. La intérprete femenina ya apareció colaborando en el doble compacto de Bunbury titulado "El viaje a ninguna parte". Pero volvió a repetir en "Freak Show". También es testigo de una gran noche y por ello habla. "Lo que más me gustó del concierto fue comprobar la evolución artística de Enrique. Muy aparte de las tablas que tiene, creo que como artista está evolucionando francamente bien. Es un placer ver a un showman que conoce sus recursos y los muestra sin remilgos". También coincide con la inigualable presencia del afamado icono. "Enrique ya puede alardear de ser el gran icono del rock latino, puede encarnar con soltura al encantador de serpientes y hacer honor a su leyenda sin titubeos. Destaco su poderosa voz, atlética y atípica en todo momento, cada vez más y mejor trabajada y muy por encima del nivel de calidad de, prácticamente, todos los cantantes de Rock en nuestro idioma". Aunque algún ser duro de oídas diga que "Licenciado Cantinas" es un disco sin mérito por contener versiones, no ha dado en la calidad interpretativa de las canciones y sus arreglos. En ese sentido, Mercedes apunta. "Me gustó mucho Jordi Mena porque es un guitarrista de arreglos, le da ese 'flavour' fronterizo a las viejas canciones y a los covers de este flamante nuevo álbum de Enrique; álbum que a mí particularmente me inspira y me transporta al enigmático desierto de Sonora, a las calles de Tijuana y Ciudad Juárez, a la frontera de El Paso, a la cultura mestiza y al cross-over de East LA e incluso, por momentos, al misterio y a la bendita decadencia de los cocktail-club lounge de North Hollywood. Todo está dicho y hecho en ese disco que viaja al encuentro de lo más profundo de la lírica del folklor latino y que eleva el rock hispano a la siguiente dimensión". ¿Algo más que añadir respecto a "Licenciado Cantinas"? Como compañera de oficio también se quita el sombrero ante la obra y milagros. "Agradezco el trabajo que hice con Enrique en "El viaje a ninguna parte" y la gira y el disco "Freak show"; colaboración que a día de hoy considero crucial en mi carrera artística". Teniendo además palabras de cercanía al equipo que trabaja con él. "Por último me permito una mención al equipo humano que rodea a Enrique: gente genial, amigos estupendos con los que compartir una buena velada. Y que así sea siempre, porque así da gusto". Lo mejor es descansar hasta el día siguiente, penúltimo día de esta serie de conciertos.

Es sábado y ese día la competencia es el fútbol. Todos comentan en el hotel la jugada de la pasada noche. No hay nadie que diga algo malo del concierto. Y si lo hay… prefiere no decirlo. El invitado de turno será Mikel Erentxun, que tocará 'Bujías para el dolor'. El donostiarra llega abrigado. Ya ha compartido tablas con Enrique Bunbury varias veces y les une una bonita amistad, además de que ambos pasan por etapas asentadas en la edad y la madurez. "24 golpes" es la nueva entrega de Erentxun. Se muestra honesto en una portada que evoca sencillez pero compleja sinceridad. Se gusta en esta parada y se siente muy bien en ella. "Este es de verdad un disco adulto que se corresponde a mi edad real, a nivel de letras, de interpretación, de imagen… de todo. No hay Photoshop ni en la portada ni en el interior. Es un disco que no lleva maquillaje". Ha eliminado su nombre del artwork de la portada dejando nada más que el apellido, del mismo modo que hizo Johnny Cash en la última bocanada de su vida cuando Rick Rubin produjo las grabaciones en el sello American Records. "Es todo muy rotundo y sí, tienes razón también en lo de la tipografía porque he quitado el 'Mikel' y he dejado solamente 'Erentxun'. Como algunos compañeros que ponen sólo el apellido, ya sabes… Bunbury lo hace así o Calamaro", acaba.

"El objetivo es llegar a mucha gente". [Nacho Royo]
En el soundcheck Enrique calienta la voz. Una vez que se encuentra listo da el ok y comienza la prueba. Al fondo de la sala se adivina la silueta de quien será el invitado sorpresa de la noche. La banda concluye el primer tema del ensayo. Enrique no ha advertido su presencia. Pregunta por el invitado: "¿Esta Mikel por ahí?". El ex componente de Duncan Dhu levanta la mano cual alumno aventajado y se dirige al escenario. Los dos son uno en un caluroso abrazo. Mira goloso el pie de micro con calaveras de su compañero. Vuelve la mirada al suyo, un simple pie negro de metal y plástico. Juan, el fotógrafo, pide bromeando desde el foso un soporte similar para Mikel Erentxun. Raudo, Libi, el backliner, ya instala uno igual al lado del de Bunbury. Está algo alto para su altura, pero eso ayuda a cantar de una forma determinada. Así lo indica el maño imitando al líder de Motörhead, Lemmy, entonando el estribillo de 'Ace of spades'. No hay nada preparado salvo la canción que van a hacer a dúo. Todo son facilidades para que el invitado se sienta cómodo. Se adaptan las letras en el tele-pronter, Suite le ayuda con la guitarra, Rebe le marca la referencia para atacar la última estrofa… Todo es poco para hacerle sentir como en casa. Un par de ensayos son suficientes. Toca momento de relax antes del concierto.

Alexis Morante y el director de fotografía de "Licenciado Cantinas: The Movie" han venido a ver el concierto de esta noche. Están en España para grabar el que será tercer single de su ultimo trabajo. Todos los miembros del equipo que pasan se funden en un abrazo con ellos. La convivencia en la grabación del documental durante la gira norteamericana de "Las consecuencias" ha creado lazos obvios de amistad. Aún se muestra emocionado por la experiencia de vivir el estreno del mediometraje en las pantallas de Callao ante la sorpresa de los viandantes y lo que impone trabajar con alguien como Bunbury. "Enrique Bunbury me sorprendió en todos los sentidos a la hora de trabajar. Tenemos que diferenciar los videoclips del documental, que es muy diferente. En los videoclips, Enrique se implica mucho, pero a la vez me deja mucha libertad creativa. Los dos hablamos mucho de la historia, del estilo… y sobre todo de cómo lo tiene que hacer él. Yo vengo de ficción, y a mi me han enseñado a motivar a los actores. Con Enrique intentaba hacer lo mismo, lo trataba como un actor, porque él es un pedazo de actor en su propio personaje, ese personaje que sabe caminar por la carretera con la funda de la guitarra". ¿Y en el documental que pronto verá la luz? "En el rodaje del documental, es distinto. Ahí costó más la relajación. Nosotros consideramos que Enrique y su entorno fueron muy valientes prestándose a un rodaje de estas características. Que te levantes por la mañana y ya te estén poniendo un micro y te sigan hasta cuando comes, vas al baño… eso es un coñazo enorme. Pero Enrique lo hizo. Eso sólo se puede hacer si hay una confianza total entre filmmakers y artista. Si no hubiera conocido antes a Enrique en Los Ángeles y no hubiéramos sido amigos de salidas antes, posiblemente nos hubieran echado el segundo día. Pero lo superamos y ahora todos sabemos que lo grabado mereció mucho la pena, y todos estamos deseando ver el montaje final. Pronto, esperemos".

Concluye el concierto. Queda la sensación de un buen bolo pero de un nivel menos intenso que la noche anterior, por set list y por menor empuje del público. Resulta curioso ver la cara de Marisa Corral. Ha disfrutado entre el publico del primer concierto de la gira. Sus gestos, sus ojos, su verbo reflejan emoción: "hoy he decidido mezclarme entre el público. Estar con la gente viendo el concierto hace que recuerde por qué trabajo para Enrique". Los pasillos están menos transitados que en noches anteriores a pesar de ser sábado. El arcón frigorífico va quedando huérfano de cerveza mientras que el agua baja su cotización. Poco a poco los miembros del staff e invitados van abandonando la sala. La banda sale en la furgoneta con destino desconocido. Aparece la seguridad. Se apagan las luces. Mañana será la última noche. Única. Diferente. Ese es el argumento.

"Él es un pedazo de actor en su propio personaje". [Alexis Morante]
En "Casi famosos", película dirigida por Cameron Crowe, hay una frase que refleja muy bien lo que siente una banda que está en la carretera. "Ya estás en casa". Esa es la sensación que transmitía el equipo humano de Enrique Bunbury. Han sido unos días mágicos para todo aquel que contempla la vida on the road. Hay quién se despide por adelantado. "Tío, me despido ya porque luego no te veré". Y otros que lo hacen repetidas veces. "¿Te he dicho ya que me voy? Bueno, pues otra más". Se piensan unas últimas fotografías, como la entrada de Enrique por la puerta de artistas mientras firma unos autógrafos. Una última visita a su camerino es de obligación. Está vestido de calle todavía. El nudie-suite de llamas que se enfunda en directo cuelga de una percha. Jaime Castaneda ha vestido a Wilco, Ben Harper, Bob Dylan, Chris Isaak y ZZ Top. Bunbury no podía ser menos. Él mismo le encargó este nudie-in-flames que porta en esta gira. También llama la atención los mensajes escritos a mano sobre las camisetas de color rojo que exhibe en la segunda mitad de los shows. VGN, ACT, RAW y LGT. "Hoy toca VGN", dice el músico mientras enseña la prenda. Tienen sus significados confesados por él mismo, pero es mejor dejar espacio para la imaginación y que cada uno saque sus propias ideas y teorías. El camerino está vestido de velas e incienso. Una de las mesas es un bodegón (literal) de frutas e infusiones. Frente a la silla que sirve de trono, un espejo iluminado refleja una taza con la imagen y el nombre del icono del pin-up Bettie Page, y una especie de caja artesanal de maquillaje. Este momento es sagrado para Bunbury. Antes del concierto prefiere la soledad entre tanta amalgama de caras, por lo que es un privilegio ser recibido en sus dominios. El iPod del cantante está conectado a una base con altavoces que emite clásicos Country de Hank Williams y Blues de Robert Johnson. 'Crossroads' hace más inconfundible el ritual. Rulo tenía razón en aquello de "la hospitalidad de Bunbury". Posa para los últimos retratos. "¿Quieres que me ponga el sombrero? Casualmente tengo uno por aquí". Bromea. Sabe posar, tanto arriba como debajo del escenario. Deja ver algunos de los tatuajes que marcan su piel. Una combinación entre la Virgen de Guadalupe, La Santa Muerte y Lakshmi. El logo de Héroes del Silencio. Una media luna islámica en la mano izquierda, igual a la que llevaba el maestro Camarón de la Isla. El nombre de su hija en los dedos de la misma mano. El dios de los mochicas Ai Apaec. El sagrado corazón en el antebrazo… y así muchos y otros más que sus ropas protegen. Todos y cada uno de los tatuajes tienen un significado. Alguien le pide, por favor, que firme un buen taco de vinilos y de CDs para "el amigo del amigo del portero". Recibe también la visita de los chicos de Vetusta Morla. La habitación deja de ser íntima para convertirse en pública.

"Siempre que acabo de tocar las energías crecen para el siguiente concierto". [Ramón Gacías]
Como colofón final se subirá Julio De La Rosa para acompañar con su voz 'Todos lo haremos mejor en el futuro'. Es un tema que le va como anillo al dedo. "De todas las que me dio a elegir me decanté por esa. La he elegido porque me pega". Explica De La Rosa. De todos modos tiene que impresionar e imponer enfrentarse a un público ajeno y tan acérrimo como el de Bunbury. "Soy amigo de Enrique y de algunos de la banda (como de Álvaro) desde hace ya mucho tiempo, así que eso da bastante comodidad. Hemos probado y ha salido a la primera, aunque la hemos ensayado una segunda vez por quedarnos más tranquilos". El antiguo miembro de El Hombre Burbuja subraya. "Su público es muy agradecido y no creo que me lancen tomates". Una pieza especial ha sido ensayada también. Muy rara vez es interpretada. En esta presente gira se hizo nada más que en Valencia y eso que hacía muchísimos años que no la volvía a cantar. 'San Cosme y San Damián' es "la letra que más me gusta de todas las que he escrito", confiesa el autor. Poesía auténtica hermanada con una melodía lenta y falsete en su estribillo. Un tema que pone los pelos de punta. Su verdadero significado es bastante personal y familiar, algo que lo hace todavía más especial. "La toca si el público se lo gana", dice Iván, encargado de la seguridad del artista, que asiste al ensayo embelesado.

Se aproxima la hora de la salida al escenario. Álvaro, Robert y Rebe ya están preparados con sus elegantes atuendos. Las flechas en el suelo señalan el camino a seguir hasta la escena. Detrás aparece Ramón Gacías con unas baquetas en la mano. Sonriente aporta. "Ahora nos iremos a Latinoamérica. No estoy nada cansado. Todo lo contrario. Siempre que acabo de tocar las energías crecen para el siguiente concierto". Quino Béjar se muestra preparado y todavía con ganas de chistes. "Ayer tenía ganas de dar un salto. Os lo debo". Jordi Mena permanece serio. Es la hora. Enrique asoma detrás de una puerta metálica. Sus ojos muestran impaciencia. Es una animal de escenario. Se apagan las luces. La gente grita y los flashes de las cámaras iluminan intermitentemente La Riviera. "Por favor, tenéis que despejarme esto", Avisa Andrés Casas. Empieza la introducción instrumental 'El mar, el cielo y tú'. El hombre del traje en llamas respira profundamente antes de salir bajo los focos. Así en la tierra como en los escenarios. Todo es un primer día.

"Yo recuerdo como era todo cuando no había Rock and Roll". [Lemmy Kilmister]
Bunbury se ha inventado a sí mismo. Se ha hecho a sí mismo desde cero. Esto es, a partir de las cosas que tiene a su alrededor y dentro. Bunbury es un invento de su propia mente. La cuestión no es explicárselo, sino asimilarlo.

De este modo (y cambiando Bunbury por Dylan) Sam Shepard trataba de exponer lo que significaba una gira junto al músico de Duluth en su libro "Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera". Hoy Enrique Bunbury devora el mundo y se abre camino a bocados. Su vida, la carretera. Y su patria, el escenario.

Fotos: Juan Pérez-Fajardo
Texto: Charly Hernández y Jesualdo Jiménez de Cisneros
Fuente: furydays.wordpress.com


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